domingo, 16 de enero de 2011

" LA VIDA NO TERMINA POR UNA DISCAPACIDAD "

PIURA
Eduardo Blas Borgo Coronado (45) es un pequeño empresario, que pese a tener que movilizarse en silla de ruedas desde los 35 años, cuando sufrió una caída del techo de un comedor Popular, ha sabido salir adelante, dejando atrás su pasado como pescador.

¿Cómo ingresó al CERP? Tengo una hermana discapacitada, que estaba en el CERP. Entonces me visitaron en mi domicilio en el A.H. San Pedro. En el CERP funcionaba un colegio y ahí estudié el quinto de secundaria.

¿Qué estudió después? Me gustaba la electrónica, pero en el CERP me dieron una beca para la Escuela Técnica de la UNP, tenía 37 años y en tres años terminé como técnico en administración de negocios.

¿Entonces ya tenía algún negocio? Por esos tiempos me dedicaba a la venta de ropa. Siempre me ha gustado el negocio. Entregaba ropa al crédito, medias, calzoncillos y politos a los mototaxistas que trabajaban por mi casa y les cobraba a diario.

¿Cómo surgió la idea de la ferretería? Un día vi que un cliente que me debía ropa prestaba herramientas a un mecánico para arreglar su moto. Y al reclamarle el pago me dijo 'tú debes entregar herramientas y no ropa'. Entonces pensé que las herramientas también tenían salida.

¿Cómo empezó en el rubro? Viajé a Lima por la salud de mi hija, que quedó internada en el hospital. Por el mercado de El Callao veía varios talleres. Todos los días gastaba 25 soles en pasajes para ir al hospital. Por eso le dije a mi tío que quería trabajar.

Al principio mi tío rechazó la idea. Por finalmente autorizó a mi primo, para que me acompañe a Lima a comprar unas cuantas cintas aislantes, tomacorrientes, media docena de enchufes. Me gasté 150 soles en cositas.

¿Dónde empezó? Mi primo me hizo una mesita, al día siguiente salí, me movilizaba en una silla de ruedas, en El Callao. Cerca había un mercadito y me metí a vender.

¿Y en Piura? Regresé a Piura con mi cajita. Mi hermana Josefina trabajaba en el mercado San José y me prestó un pedacito de su puesto. La gente decía 'aquí ferretería no'. Pero yo sabía que si la gente no pregunta es por qué no hay.

Después empecé a trabajar con los bancos y accedí al puesto No. 12, llamado Ferretería Mis Minervas, que es el nombre de mis hijas, en el mercado San José.

¿Sus expectativas? La ferretería va creciendo sola, tiene cualquier cantidad de clientes.
Mi esposa Flor Huamán estudia gastronomía, para ella he pensado implementar un pequeño negocio.

¿Su reflexión? La vida no termina por una discapacidad. La vida continúa. No somos personas comunes, somos especiales, hay que demostrar a la gente que sí se puede.
FUENTE : CORREO

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